Cuando hablamos de "microbiota intestinal", nos referimos a aquel conjunto de microorganismos ( bacterias, levaduras, parásitos y virus ), que pueblan nuestro intestino y constituyen la denominada "flora bacteriana" y que realizan una serie de funciones fundamentales para el bienestar del organismo de grandes y sí, incluso para los niños, la microbiota intestinal no debe ser referida como "solo" cuando se sufre de cólicos y disentería.

Cuando la microbiota de los niños se ve alterada por diversas causas, se corre el riesgo de desencadenar trastornos que pueden volverse problemáticos para su salud, entre los cuales los más frecuentes pueden ser infecciones virales y bacterianas, inflamaciones bucales e intestinales, trastornos gástricos, intolerancias, intoxicaciones, desde dermatitis atópica, hasta trastornos metabólicos, donde sólo el pediatra deberá y podrá intervenir.

Desde el nacimiento, el organismo del niño está sujeto a una continua exposición y agresión de agentes externos, donde el sistema inmunitario entra en acción de inmediato, alimentado por la flora bacteriana (principalmente "donada por la madre", en particular después del parto natural) que se desarrolla lentamente.

De hecho, están sujetos a continuas evoluciones, además de estar especialmente expuestos a la agresión de agentes externos, cuya acción sólo puede verse obstaculizada por un sistema inmunitario sano, para el que el intestino es un elemento fundamental para garantizar su correcto funcionamiento.

La flora bacteriana intestinal, de hecho, es una verdadera barrera defensiva contra los patógenos.

En la literatura científica actual vemos cada vez más estudios relacionados con la salud de la microbiota intestinal relacionados con otras muchas implicaciones en la salud de nuestro organismo, y obviamente en consecuencia en los últimos años se han publicado numerosos estudios que demuestran los efectos positivos de la los llamados "probióticos". Los probióticos son cepas bacterianas que tienen la función de almacenar en equilibrio la microbiota intestinal, apoyando las defensas inmunitarias, ayudando a reducir los síntomas de muchas patologías, incluidas las "extraintestinales", incluidas algunas que afectan a la piel o relacionadas con el bienestar "mental". Introducidos por vía oral, si logran superar intactos todos los obstáculos de nuestro sistema digestivo, desde los ácidos estomacales, hasta las enzimas biliares y pancreáticas, logran colarse para luego colonizar y convivir pacíficamente con las bacterias ya residentes en el intestino, ayudándolas en frente a las bacterias "malas" y evitar su proliferación, sino también para producir importantes enzimas y sobre todo para estimular el sistema inmunitario, constituyendo la barrera defensiva natural frente a la proliferación de microorganismos patógenos del exterior.

En niños, el uso de probióticos es muy útil cuando existen infecciones intestinales de diversa índole, o ante alteraciones en la absorción de nutrientes o tras terapias antibióticas, que contrarrestan la proliferación de bacterias patógenas pero al mismo tiempo también pueden disminuir cantidades de bacterias buenas que pueblan los intestinos del bebé, provocando así un desequilibrio, una disbiosis.

Es fundamental que estos probióticos lleguen "activos" al intestino para almacenar el correcto equilibrio de la microbiota, hacer más eficiente el sistema "defensivo" del organismo del niño y prevenir muchos trastornos intestinales como fermentaciones, dificultades digestivas, estreñimiento o diarrea aguda. Algunos estudios, incluido un metaanálisis publicado en la revista "Pediatrics", han observado una menor duración de los cólicos en el recién nacido si se administran probióticos, en particular con la cepa "lactobacillus reuteri", comúnmente recetada por los pediatras en casos de diarrea.

Los probióticos son complementos alimenticios que no tienen contraindicaciones particulares y generalmente son bien tolerados, pero aun así hay que saber elegir entre los muchos productos que hay en el mercado, tratando de seleccionar entre los más adecuados para los niños.

En este caso, es importante que las bacterias Lactobacilli o Bifidobacteria ya existan en el intestino del niño sano y lleguen intactas al intestino, por lo que deben ser transportadas a través de formas farmacéuticas y de transporte que las mantengan lo más vitales y estables posible (ver formas liofilizados protegidos de la temperatura y la humedad) así como almacenados adecuadamente. Estas cepas deben tener como respaldo una literatura científica reconocida a favor de inhibir el crecimiento de bacterias patógenas, acción calmante y protectora en caso de trastornos intestinales o en caso de diarrea. Entre estos encontramos principalmente el lactobacillus reuteri, el lactobacillus acidophilus y el rhamnosus pero también una levadura particular con acción "probiótica" o Saccharomyces Boulardii.

Tras confirmar la presencia de la bacteria indicada, las indicaciones del Ministerio de Salud, para ser considerados "eficaces", señalan que los productos a base de probióticos deben contener al menos 1.000 millones de células vivas por cepa. Al elegir un producto a base de probióticos, sería preferible que este producto también contenga sustancias vitales para la vida y la acción de los probióticos, o "prebióticos", sustancias orgánicas que nutren a las preciadas bacterias buenas, haciéndolas crecer, potenciando aún más su eficacia.